Imagen: © PAPETS.
Fuente: Alpha Galileo.
¿Es posible que algo
esté en dos lugares a la vez?
Según la física
cuántica, sí. En concreto, según el principio de superposición, es posible afirmar
que una partícula se encuentra en dos estados distintos simultáneamente.
Aunque esto pueda sonar a vudú para los legos en la materia, la superposición se basa en ciencia sólida. Los investigadores del proyecto PAPETS de la UE estudian este y otros fenómenos en la frontera entre la biología y la física cuántica.
Su objetivo es determinar el papel que desempeña
la dinámica vibracional en la fotosíntesis (transformación de la energía solar
para su aplicación en la conversión de materia inorgánica en materia orgánica)
y la olfacción (la acción de oler).
Cuántica en sistemas
biológicos
Los efectos cuánticos
en un sistema biológico, esto es, en un complejo
fotosintético, fueron observados por primera vez por Greg Engel y sus colaboradores en 2007, en
Estados Unidos. Estos efectos se reprodujeron en varios laboratorios a una
temperatura de unos -193 grados Celsius y posteriormente a temperatura
ambiente.
"Lo sorprendente y fascinante es que estos efectos cuánticos se han observado en complejos biológicos, que son sistemas grandes, húmedos y ruidosos", afirma el coordinador del proyecto PAPETS, el Dr. Yasser Omar, investigador del Instituto de Telecomunicações y profesor de la Universidad de Lisboa en un comunicado de la agencia europea de noticias Cordis. "La superposición es frágil y sería de esperar que se destruyese en el entorno".
La superposición contribuye a que el transporte de energía sea más eficiente. Un excitón, una cuasi partícula cuántica que lleva energía, puede viajar más rápidamente por el complejo fotosintético porque puede existir en dos estados a la vez. En cuanto llega a una bifurcación, no necesita decidirse por la izquierda o la derecha. Puede seguir por ambos caminos simultáneamente.
"Es
como un laberinto", asegura el
Dr. Omar. "Solo una puerta lleva a
la salida, pero el excitón puede probar la de la izquierda y la de la derecha a
la vez. Es más eficiente".
El Dr. Omar y sus colegas creen que una suma de
factores contribuye a efectuar y mantener la superposición, esto es, la
dinámica del entorno vibrante, cuyo papel es, precisamente, lo que pretende
comprender y aprovechar el proyecto PAPETS.
Las teorías estudiadas en el proyecto PAPETS también se están poniendo a prueba experimentalmente con el fin de validarlas y obtener más información. Para estudiar el transporte cuántico en la fotosíntesis, por ejemplo, los investigadores iluminan sistemas biológicos con pulsos láser rápidos. A continuación, observan las interferencias en la red de transporte, indicadoras de fenómenos ondulatorios.
"Es
como lanzar guijarros a un lago",
explica el Dr. Omar. "Permite ver si
las ondas que se generan se hacen mayores o se neutralizan mutuamente cuando se
encuentran".
Emulando la cuántica
de la fotosíntesis
Aunque PAPETS es,
esencialmente, un proyecto de exploración, está generando información que
podría tener aplicaciones prácticas. Los investigadores de PAPETS están
logrando conocimientos más fundamentales de cómo funciona la fotosíntesis, y
esto podría dar como resultado el diseño de celdas solares mucho más
eficientes.
En esta misma dirección han trabajado también el mencionado Greg Engel y su equipo, de la Universidad de Chicago. Estos científicos han conseguido de hecho crear ya un compuesto sintético capaz de imitar la dinámica cuántica presente en un proceso biológico tan complejo como la fotosíntesis, usando un método que podría ayudar a mejorar las tecnologías para el aprovechamiento de energía solar.
Esto es posible gracias a que las macromoléculas
de dicho compuesto son capaces de recrear propiedades clave de las moléculas de
clorofila de los sistemas fotosintéticos, como la persistencia de la
superposición cuántica durante decenas de femto-segundos y a temperatura
ambiente.
El olfato y
el efecto túnel
El olfato,
la capacidad para reconocer y distinguir olores, es otra área prometedora para
la aplicación de características cuánticas.
Los
experimentos se centran en el comportamiento de las moscas Drosophila.
Por el momento, los investigadores sospechan que el efecto túnel de
electrones asociado a las vibraciones internas de una molécula puede ser un indicador de olor. El Dr. Omar compara
este efecto túnel a una pelota de ping-pong puesta en un cuenco que atravesara
la pared del cuenco y apareciera fuera de él.
Este trabajo podría tener aplicaciones en los sectores de la alimentación, el
agua, la cosmética o los productos farmacéuticos. La mejora de la detección
artificial de olores se podría utilizar, por ejemplo, para detectar impurezas o
contaminación. "A diferencia de lo
que sucede con la vista, el oído o el tacto, el sentido del olfato es difícil
de reproducir artificialmente con gran eficacia", apunta el Dr. Omar.
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